jueves, 23 de octubre de 2014

Seamos amigos, pero solo en Facebook

Sabemos mirar pero no hablar. Sabemos seguir un perfil pero no saludamos a su usuario por la calle. Nos gustan sus publicaciones, incluso se las comentamos. Hablamos por chat y tenemos largas conversaciones. Pero nada más allá de una pantalla. Estamos llegando al absurdo.

La tecnología y el desarrollo de las redes sociales han creado barreras no físicas de las que todos somos cómplices y que no soy capaz de entender. Es cierto eso de que la globalización y el desarrollo tecnológico hacen que estés cada vez más cerca de quienes están lejos geográficamente, pero, ¿nos merece la pena si supone que nos alejemos de quienes tenemos cerca?¿o estamos creando una nueva barrera similar?

“En el pasado, eras lo que tenías ahora eres lo que compartes.” Godfried Bogaard
En las calles de mi ciudad, en los pasillos de mi facultad o dentro un medio de transporte público, sigo viendo gente que aparece en mi lista de seguidores y cuyas voces apenas he escuchado. Personas que saben de mi existencia al igual que yo sé de la suya, pero no cruzamos palabra alguna. Probablemente sea porque las redes sociales son el escondite de quien tiene vergüenza, la libre expresión de quien tiene miedo a hablar, e incluso el anonimato de quien no quiere ser juzgado. 

Estamos dirigiéndonos hacia una sociedad más introvertida en las relaciones interpersonales, aunque más abierta a contarlo todo online. Nos ponemos frente a una pantalla y vemos como millones de usuario venden su vida a diario; sabemos lo que comen, beben, dónde van, con quién quedan, qué cuerpo tienen, y hasta cómo es el baño de su casa (véanse reportajes absurdos frente al espejo con la taza de baño como escenario).

Dejemos de ser ridículos. Acordémonos de que más allá del icono verde de Whatsapp, del de Facebook y del pajarito de Twitter, hay personas y, sobre todo, hay un mundo que nos habla constantemente y al que no sabemos escuchar. Un mundo que sigue funcionando a nuestro alrededor mientras  solo miramos la pantalla de nuestro smartphone.

         “Hay un ser humano detrás de cada tweet, blog y correo                     electrónico. Recuérdalo" - Chris Brogan -

                                                                   Rubén 

domingo, 1 de junio de 2014

Los likes de la compasión

Estoy indignado. Quizá sea una forma muy directa de comenzar, pero es así como me siento. Los últimos años han supuesto cambios increíbles en lo que a igualdad se refiere. Desde el pasado siglo numerosos colectivos han salido a las calles para reivindicar sus derechos y concienciar de la existencia de un problema real. La violencia hacia diferentes colectivos ha sido uno de los objetivos a erradicar por la mayoría de ellos. Sin embargo, las redes sociales y los medios audiovisuales han abierto la puerta a un nuevo espectáculo movido por la compasión y la caridad.

Es probable que todos aquellos que tengan un perfil en alguna red social como Facebook hayan visto entre las novedades de sus contactos alguna fotografía de alguien enfermo, herido o maltratado bajo el titular: "¿cuántos likes para este luchador?", o el que, desde mi punto de vista, resulta todavía más repugnante: "si no le das a like no tienes corazón". Hace unos minutos he podido observar como alguien de mi lista de amigos formaba parte de más de 4 millones que habían dado a "me gusta" a la foto de una niña de no más de 2 años con la cara repleta de moratones que, además, se acompañaba de más de 70.000 comentarios con insultos hacia el actor de los hechos y muestras de rabia y compasión por la niña. ¿De qué sirve compartir el dolor ajeno de esta forma?¿Se soluciona el maltrato infantil si haces clic en tu ordenador o smartphone a una palabra y al momento continúas con lo que estabas haciendo? En absoluto. Si quien compartió la foto, junto con el resto de usuarios que entraron en su juego de likes, no hicieron más que observar la imagen en sus pantallas y olvidarse de ello al instante, nadie habrá ayudado a poner fin al maltrato infantil.

Como decía José Manuel Ramírez, presidente del Observatorio Estatal de la Dependencia, en la edición de Salvados titulada "Los otros olvidados" : "Las necesidades de las personas no se pueden convertir en un espectáculo mediático. La telemendicidad no ayuda". Sin embargo, la sociedad actual se centra, tristemente, en el espectáculo visual. Alguien puede ser espectador de un programa como Entre todos, de TVE, y llorar con las historias de los protagonistas de cada edición, pero la vida de esa persona solo cambiará con las pocas llamadas que le ayuden económicamente. El resto de espectadores serán meros observadores que bien podrían ser voluntarios en una asociación que pueda realmente ayudar a esos y otros afectados, ya no por violencia, sino por diferencias económicas o cualquier otro tipo de problema al que, con un aporte mínimo, se puede comenzar a plantar cara.

Hay que olvidarse de sentir pena, de hacer espectáculo y de compadecerse de quien lo pasa mal. Observar no es ayudar. Ser audiencia, compartir en redes sociales o ser un like entre millones tampoco. Ayudar es salir a la calle, manifestarse por las injusticias, formar parte de colectivos que luchan por sus derechos y dedicar tiempo y esfuerzo a mejorar la situación de quienes cada día luchan, en ocasiones sin ayuda, por vivir mejor, o, simplemente, por vivir.